En la noche callada, eco sin compañía, susurra el viento, susurra el alma fría, un silencio pesado, un vacío sin guía, en la penumbra, en la sombra que desafía. El eco de pasos, huellas en la arena, testigos mudos de una vida que pena, la soledad se cierne, oscura y serena, en el silencio que a la existencia condena. Cruzan susurros, abrazos en el aire, anhelos que se pierden sin poderse hallar, la soledad persiste, sin nadie que la altere, un mundo solitario, difícil de habitar. El corazón late en su propio reclamo, la soledad persiste, en un eterno tramo, un grito contenido, un suspiro sin amo, en la inmensidad que ahoga, en este insólito álamo.