Hoy soñé que tú me habías olvidado. Qué cruel este corazón, susurrando a mi razón, que el presente es el pasado, y que mañana mi amado no me besará en la frente. Tú estás aquí, latente, te llamas melancolía, y no tendré la osadía de dejarte marchar. Porque las olas del mar te arrastrarían, y yacerá la soledad en mi habitación vacía. Me quedaré en el umbral de este sueño delirante, esta terca enamorada se resiste a abandonarte. Contemplaré un poco más el futuro que tendría. No estoy loca ni cegada, me siento acompañada. Vamos juntos a bailar una rumba, una bachata, y luego tu perorata hará mis ojos descansar, hasta que vuelva a despertar creyendo que me has olvidado.
Desde pequeña siempre he estado preocupada con mi propósito de vida, es una inquietud que me ha acompañado hasta la edad adulta y, aunque con el tiempo he ido adquiriendo cierta sabiduría, no deja de perseguirme. En la niñez y adolescencia, cuando descubría que personas a mi alrededor tenían las cosas claras y estaban convencidas de aquello que querían ser, no podía evitar admirarlas grandemente porque a mí me era casi imposible tener ese nivel de seguridad. Me gustan muchas cosas, casi todas ellas ligadas al arte: me gusta la historia, el cine y las series, me encanta bailar, cantar, dibujar, leer, escribir, tratar con la gente, viajar… Cuando tienes tantas aficiones es difícil escoger una sola o percibir cuál de ellas realmente te gusta y se te da bien. Durante años creí que no era capaz de encontrar mi pasión por padecer de indecisión patológica y, aun cuando no es menos cierto que la duda es un rasgo predominante de mi carácter, comprendí que a muchos nos sucede lo mismo. Son poc
Comentarios
Publicar un comentario